jueves, mayo 01, 2003

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El tipo es guapo y alto, y un poco pijo. Dice que en su vida siempre ha sido muy exigente, y nos enseña los los logros fundamentales que ha conseguido como resultado de esa exigencia vital; una casa muy mona, una tele con pantalla panorámica, una cadena de música con sonido envolvente....y ¡su bolsa de pipas! Y no unas pipas especiales para pijo, no, unas pipas grandes que se llaman “el piponazo”. Si al menos se llamaran MaxiPipasChic, o algo así, pero no, se llaman el piponazo. Este tipo es un cretino.

Vale, sí, lo sé, es un anuncio de la tele. Pero me pregunto a veces por qué creen los publicistas que retratando la vida de unos cretinos me voy a sentir más motivado a comprar su producto.

Muchas veces me imagino que los personajes de los anuncios son reales e interaccionan entre ellos. Y resulta muy fácil establecer relaciones. Por ejemplo, estoy seguro que los sobrinos del tipo este del sonido envolvente son unos que están discutiendo a grito pelado en otro anuncio sobre si es mejor desayunar zumo o leche, mientras su madre les mira con una sonrisa psicótica sosteniendo en la mano un extraño producto que supongo yo que debe ser mezcla de leche y zumo. El anuncio acaba cuando uno de los niños toma el mejunje ese y dice “mmm...qué bueno”; la niña lo prueba también y dice “mmm...qué suave”. Y, tres hurras por la lógica y el realismo, los niños empiezan a pelearse gritándose el uno a la otra “¡bueno!”, “¡suave!”, “¡bueno!”, “¡suave!”. Para matarlos, oiga. La madre, mientras, sigue sonriendo, pero yo creo que si pasásemos la imagen fotograma a fotograma, notaríamos un pequeño tic en uno de sus ojos. Si yo fuese la madre de esos niños ya habría protagonizado la crónica de sucesos de algún periódico local, y seguro que llevaría camisa de fuerza.

El tipo de las pipas envolventes, o lo que sea, tiene otro hermano, que se dedica a molestar a la gente que está cargando su coche en el aparcamiento de un supermercado preguntándoles por qué han comprado determinada marca de caramelos. Y, qué cosas, en otro alarde de realismo, la gente le responde con amabilidad. Amos hombre. A lo mejor es que yo soy un borde, pero cuando estoy cargando el coche tras una estresante batalla mental en el supermercado, lo que menos me apetece es que venga un tipo a preguntarme si he escogido los caramelos por su sabor, o el color del envoltorio. Si me sucede algo así alguna vez, es probable que intente pillarle al tipo los dedos con la puerta del maletero o, como mínimo, romperle una uña del pie con las ruedas del carrito.

Y la última adquisición de la familia, creo que debe ser una prima del hombre de los zumos envolventes, es una zumbada que dice que se pasó la parada del autobús, llamó por teléfono a una peli de gangsters y se encontró con unos tipos raros que iban en autocar, y que luego, al llegar a la cita (imagino que con semanas de retraso), en lugar de dar explicaciones se fue al baño a hacer qué se yo con una compresa. Jolines. Yo quiero saber dónde se compra los tripis la tiparraca esta. Porque eso es un cuelgue, y no los de mi ordenador.

Otro día sigo...que esto de los anuncios da para mucho






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