domingo, abril 23, 2006

Cosas que sólo me pasan a mí.

Ya sé que todos nos creemos especiales, y en realidad todos los somos, pero es que hay cosas que sólo me pasan a mí. Estoy seguro de ello.

Estaba yo visitando un museo con Marta y un amigo, cuando en un pasillo especialmente estrecho traté de apartarme para adelantar a una señora, extranjera ella, que se había detenido para admirar un cuadro.

Pero quiso el destino que esta persona llevase una mochila en la que sobresalía una pequeña pieza metálica, alargada y puntiaguda, que se me enganchó en el jersey que llevaba puesto. Para mayor cachondeo, en el momento de engancharse yo estaba un escalón por encima de ella, con lo que en cuanto se puso a mi nivel, tuve que ponerme de puntillas para que no me rompiera el jersey.

Ahora poneos en el lugar de esta persona, e imaginad lo que pasó desde su punto de vista. En un momento dado, notas un presencia amenazadora a tus espaldas, concretamente una persona de puntillas y con el abdomen prácticamente pegado a tu trasero.

Tratas de girarte para verle la cara, pero el agresor gira al mismo tiempo que ti y te lo impide. Los balbuceos de "sorry, el jersey, please, the mochila" no te tranquilizan en absoluto, básicamente porque no los entiendes. Para acabar de aterrorizarte, el sádico desalmado introduce sus manos entre tu espalda y su tripa y empieza a toquetearte.

Pese a que es un pasillo con algunos escalones, estrecho y atestado, te asustas y echas a correr. Pero el sátiro te persigue, corriendo de puntillas y sin separar su lujuriosa tripa de tu indefenso culo, gritando incoherencias del tipo "wait, pare, por favor, i'm enganchated"

Al final acabé asustándome yo, cuando después de varios metros de ridícula carrera, apartando al resto de visitantes a empujones, los grititos de la turista atrajeron a varios de sus más corpulentos compañeros de viaje y a algún guarda del museo.

Por suerte no me llegaron a linchar, porque pude separarme lo suficiente para que vieran lo que estaba sucediendo. Pudieron separarnos, y tras comprobar que ni el jersey estaba roto ni yo había estado probando un novedoso sistema de agresión sexual o robo, continuamos la visita.

La expresión de mi amigo era de la más absoluta sorpresa. La de Marta, de resignación. Y es que hay cosas que sólo me pasan a mí.

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