miércoles, enero 15, 2003

REFLEXIONES PARA UN AMIG@

Cuando yo salía con Dani, resulta que su madre y yo no nos llevábamos bien, pero descubrimos que ambas teníamos algo en común: el amor por su hijo y mi novio. Así que, sin palabras, firmamos un pacto de no agresión.

En las reuniones de la asociación os veo peleando por rencillas pasadas que yo no conozco y que no parecen tener fin ni objetivo. Pienso que sois dos personas que, de buena gana, pondrían tierra de por medio entre uno y otro, de no ser porque también vosotros tenéis a un Dani que os une. Son las reuniones y el deseo de pasarlo bien. Dudo que con los dardos que os vais lanzando podáis conseguir ese objetivo y me pongo a pensar otra vez.
Me pregunto si podríais firmar un pacto de no agresión, algo así como “yo te ignoro, tú me ignoras”. Si no hay puyas, no hay dolor y el odio va muriendo. Por otro lado, ignorar a alguien que te provoca malestar tiene un beneficio añadido, pues implica contención. Y la contención lleva a la serenidad.
El problema podría ser más grave si no se trata de rencillas sino de incompatibilidad. Algo así como “no soporto a esta persona, aunque no soy capaz de explicarme por qué”. A pesar de no haber ninguna herida abierta, ningún reproche que hacer a la otra parte, ninguna disculpa que exigir, el problema es más grave pues para superarlo hay que crecer. Ignorarlo, en este caso, es muy difícil, porque tal vez lo que te molesta es su risa, su olor, su manera de comer, comentarios sobre otras personas que te son ajenas en realidad... Busca la causa o las causas. No te resignes a la salida fácil de creer que es un problema kármico o que en vidas anteriores fuisteis enemigos. Enseguida encontrarás una respuesta. Lo que te molesta es su forma de ser. Pensarás que eso no hay quien lo cambie. En efecto, es un problema demasiado grande. Divídelo y le vencerás. ¿Qué partes concretamente de su forma de ser? ¿cuántos son sus defectos? Cuando los tengas agrupados, míratelos por encima del hombro y dime: ¿de verdad te molesta tanto? ¿tan vulnerable eres?... Cuando puedas decir “esto no me afecta” le habrás ganado la batalla y la sensación de victoria y fortaleza es indescriptible. Pero ten siempre en mente que tu enemigo no es él o ella. Es tu propia debilidad.
Pero quizá estoy ante dos personas que disfrutan del ardor de la batalla y descargan su adrenalina, y que, con la conciencia y responsabilidad de un adulto, aceptan el riesgo de que un dardo pueda alcanzar un hueco en la armadura y causar más daño del que estaba previsto. También me parece lícito, pero al terminar la contienda, ofrécele tu mano al enemigo y dile que ha sido un gran contrincante, que te ha costado mucho ganarle, que ha sido un honor perder ante él o ella o que el empate ha sido la mejor victoria. Despídele con una sonrisa y, al menos yo, me quedaré más tranquila, y dejaré de meterme donde no me llaman.
Y si te ha hecho daño, aquí estará mi hombro y mi silencio. No habrá un “ya te lo dije” ni un “te lo has merecido”. Tampoco avivaré las llamas hacia tu enemigo. Sólo el silencio y la esperanza de que mañana ya no te apetezca pelear.

No me preguntes cuando me veas, si me estoy refiriendo a ti, pues si he conseguido que nazca en ti esa pregunta, que te sientas identificado con este texto, ya he conseguido mi objetivo y tú estarás más cerca del tuyo. Es todo lo que puedo hacer. Sólo un empujoncito hacia la felicidad. El resto del camino es cosa tuya y no es un camino fácil pero es para tu beneficio.

Por lo demás, sólo espero no estar predicando con algo de lo que, en el presente y en el futuro, no pueda dar ejemplo. Suerte.

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